Si somos padres y no nos
alimentamos bien, la mejor decisión que podemos tomar es mejorar nuestros
hábitos alimentarios y así, como en tantas otras cosas, brindar el mejor
ejemplo a nuestros hijos.
Enseñar
a comer adecuadamente es una tarea que debemos realizar con
responsabilidad, tiempo y dedicación, pero también de manera divertida y
didáctica, para captar la atención y el apoyo de nuestros hijos.
Transmitir el mensaje educativo
más importante: tener hábitos alimentarios sanos significa consumir una
alimentación variada y equilibrada. Esto se consigue con una amplia variedad de
alimentos, como muestra el plato del bien comer. Por ello, con nuestros hijos debemos
trabajar con la plato y su significado.
En el supermercado, podemos
enseñar los diferentes tipos de alimentos que se nos ofrece, y la
responsabilidad y libertad que tenemos a la hora de elegir los mejores
alimentos para nuestra salud.
Enseñar la importancia del
momento de la comida:
Cómo y cuándo lavarnos las manos
El respeto por la cocina y sus
peligros
Los buenos modales en la mesa
La importancia de comer despacio
y con tranquilidad
Dejar que los niños colaboren en la
elaboración de la comida, siempre teniendo los cuidados pertinentes en la
cocina.
Incluir diferentes sabores,
colores, texturas y consistencias en los platos, con el fin de estimular las
ganas de comer de los niños.
A la hora de comer, es muy
importante utilizar sillas,
vajilla, vasos y utensilios que los niños puedan manejar cómodamente.
Debemos tratar que los niños sean
partícipes del momento de la comida, invitándolos a poner la mesa, traer los
alimentos, recoger y limpiar la mesa después de comer.
Ayudar a los niños a prepararse
para comer, ofreciéndoles actividades que ayuden a relajarse.
Que los niños aprendan y se
recreen con libros y vídeos instructivos sobre alimentación sana.
Servir la comida en un ambiente
atractivo y relajado: No olvidar que “la hora de comer” debe ser lo más
agradable y distendida posible.
En la mesa, mantener una conversación
tranquila y no forzada, tratando que los niños hablen de sus experiencias con
los alimentos, cómo saben, cómo huelen, etc.
Nunca utilicemos los alimentos
como premio o castigo.
Tratar de observar y comprender
la personalidad y las reacciones de los niños con los alimentos.
Es conveniente servir porciones
apropiadas: la porción para un niño no es la misma que la de un adulto.
Nuestros hijos viven en una
sociedad que puede potenciar desórdenes de la alimentación y obsesiones en la
imagen corporal.
Es nuestro deber colaborar en la
construcción de la autoestima de nuestros hijos y de enseñar la importancia de
apreciar sus cualidades personales.
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