Entre los diferentes
factores que pueden influir en las prácticas alimentarias se pueden señalar: la
herencia y la tradición, el grado de desarrollo tecnológico, social y económico
de la comunidad en la que vive el niño, la educación alimentaria, y los medios
de comunicación y la publicidad, los que indiscutiblemente juegan un papel muy
importante en la formación de las
prácticas alimentarias.
En todos los factores
anotados influye notoriamente el estrato socioeconómico al que pertenece el
niño. Es así como en los estratos bajos, por ejemplo, se inculca desde pequeños
la ingestión de alimentos baratos y saciadores, se percibe como saludable un
niño con tendencia a la obesidad y las madres perciben como adecuados porciones
abundantes, que el plato quede vacío, biberones adicionados de componentes
“llenadores” (cereales y azúcar), mientras que en los estratos altos, con
frecuencia se enfatiza en la ingestión de alimentos sanos y que favorezcan una
figura corporal más estilizada.
Al mismo tiempo, el contexto
familiar, según el estrato socioeconómico, también juega un papel importante en
este asunto, pues las experiencias tempranas con la comida, y en especial las
prácticas alimentarias de los padres, tienen fundamental valor en los hábitos de
alimentación desarrollados por los individuos. En términos generales, la madre
es la responsable de incorporar al niño en las prácticas alimentarias y en el
contexto social de la familia, con la participación de un entorno familiar que
puede ser variable. En los estratos bajos por ejemplo es frecuente la familia
de tipo extendida (la madre vive de “arrimada” en el hogar de los abuelos,
junto a su(s) hijo(s) y al padre de su(s) hijo(s)), de tal forma que la crianza
del niño, incluyendo su alimentación, es compartida con la abuela o asumida
directamente por esta. Mientras tanto, en estratos medios o altos, en una
familia usualmente de tipo nuclear, aumenta la frecuencia de trabajo de la
madre fuera del hogar, de tal forma que el desarrollo de la crianza, incluyendo
la conducta alimentaria, pasa a ser compartido con una empleada doméstica o
alguna institución.
Además, se hace necesario
que el pediatra, o el médico general que atiende niños, tengan claros
conocimientos sobre las bases de la alimentación en los primeros años de vida,
lo que les permitirá prestar un acompañamiento adecuado a las madres sobre la
mejor manera de lograr, no solo hábitos alimentarios sanos, sino una buena
nutrición. En este sentido debemos recordar que la leche materna es el alimento
ideal para el recién nacido y que le aporta todos los nutrientes necesarios
(incluida el agua, aún para niños que viven en climas cálidos), hasta los seis
meses de edad, momento en el que empiezan a parecer diferencias entre los
aportes de la leche y las necesidades del niño, conocidas como “brechas”.
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